jueves, 26 de junio de 2014

Epitafio para la fe


"Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quien doblan las campanas: doblan por ti". 


-Ernest Hemingway




La frialdad, la lejanía y la indiferencia acaban siendo maldad pura, y veces sin razón subyacente de peso. Supongo que es esa una realidad y por eso estamos dónde estamos y vivimos como vivimos. 
Quizás no nos expliquemos, ni jamás comprendamos los grandes sucesos ni las grandes consecuencias, pero sólo hay que mirar las pequeñas, pues son la raíz, lo otro es un simple reflejo. El origen de la maldad está en lo que parece sutilezas insignificantes comparadas con las grandes desgracias. 




Cuentan que la Bella Durmiente

nunca despertó de su sueño. 

Leopoldo María Panero





4 comentarios:

  1. El poema de Panero me recordó a:

    La bella durmiente cierra los ojos pero no duerme. Está esperando al príncipe. Y cuando lo oye acercarse, simula un sueño todavía más profundo. Nadie se lo ha dicho, pero ella lo sabe. Sabe que ningún príncipe pasa junto a una mujer que tenga los ojos bien abiertos.
    (Marco Denevi).

    La empatía es esencial, es lo que nos hace humanos. Un beso humana hermosa.

    ResponderEliminar
  2. Hay otro Hemingway, más desesperanzado. Más letal.

    No sé si es en "Adiós a las armas" o en "París era una fiesta". Escribe: “…y bebí (…), porque aquella noche, de no haberlo hecho, no hubiese podido experimentar la impresión de que todos éramos hermanos”.

    Y sí, la maldad empieza en los detalles, las sutilezas, lo pequeño.

    In vino veritas.

    ResponderEliminar
  3. "Primero apresaron a los comunistas,
    y no dije nada porque yo no era comunista.
    Luego se llevaron a los judíos,
    y no dije nada porque yo no era judío.
    Luego vinieron por los obreros,
    y no dije nada porque no era ni obrero ni sindicalista.
    Luego se metieron con los católicos,
    y no dije nada porque yo era protestante.
    Y cuando finalmente vinieron por mí,
    no quedaba nadie para protestar."

    -Martin Niemüller, y no Brecht.

    Alguna vez me he preguntado qué acabará con la humanidad. No será la deforestación, ni la extinción de especies esenciales. Ni será el hambre en el mundo, ni los genocidios, ni las minas de sangre. Ni siquiera el cambio climático o la guerra nuclear.

    Nada de esto. Nos matará la indiferencia.

    Y aún me pregunto si en él último suspiro agonizante, lo veremos todo claro en un instante de lucidez.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y todos esos finales, son causas más que directas de la indiferencia.

      Calla, que la "lucidez" parece ser tan horrible que lleva a la borrachera como dijo el Hemingwey letal.

      Gracias a los tres.

      Eliminar