En
el famoso discurso de Al Pacino en la película El Abogado del Diablo, el diablo
afirma ser el último humanista, se nos describe a un dios que le gusta observar,
un bromista, un tacaño, un sádico e incluso un casero indiferente a la vida.
Según las tres religiones monoteístas dios ha creado al hombre y todo lo que le
rodea. Y he ahí que Al Pacino lo caracterice de tal forma. Como ya advertía su
mayor asesino Nietzsche, dios ha dotado al hombre de instintos pero le coloca
las reglas en oposición “Mira, pero no
toques. Toca, pero no pruebes. Prueba, pero no tragues.” Escenifica Al
Pacino entre carcajadas.
La concepción de dios que tienen las tres religiones monoteístas -con sus
salvables diferencias- en su interpretación más frecuente. Dios como creador,
un ser todopoderoso, omnisciente y bondadoso. Tres cualidades que si realmente
las tiene, Dios no se salva de la reseña que hace Al Pacino. Si Dios es
bondadoso no quiere vernos sufrir, y como en la propia Biblia dice, la vida es un valle de lágrimas, plagada de
sufrimiento. Y si es todopoderoso en sus manos está evitar el mal puesto que
también es omnisciente y ya de antemano lo conoce. Hans Jonas, filósofo judío en su obra El concepto de Dios después de Auschwitz” sostiene que hay que
arrebatarle uno de sus tres atributos, puesto que si Dios tiene estos tres,
Auschwitz no hubiese existido. Jonas a diferencia de Al Pacino que le despoja de
la bondad, elige la omnipotencia. Rescatando la figura del Dios sufriente.
Pero
el ateísmo no está en la labor de Jonas de rescatar al concepto de Dios. Nietzsche
–cuyo ateísmo no me atrevo a asegurar pero tampoco negar– veía a Dios como una
ficción que negaba la vida, y creer en él como una actitud de débiles, aquellos
que para él eran de moral plebeya, y no podían afirmarse. Para vivir
necesitaban la existencia de la idea de trascender o seguir ciertas normas
morales construidas por ellos mismos pero dirigidas a todos, para así hacer
positiva su incapacidad de afirmación y además poder señalar con dedo acusador
a los que sí se afirman a sí mismo y a la vida. Occidente estaba enfermo a
causa de la tradición judeocristiana heredera del platonismo, sumido en la
decadencia según Nietzsche. Suponemos que sigue enfermo, puesto que Dios sigue sin
haber sido asesinado del todo, incluso si nos atrevemos a mirar nuestro alrededor en los
tiempos de crisis que corren, y el efecto que tiene en la dimensión humana es
de resucitar a Dios. En la historia, el judeocristianismo ha triunfado y
triunfa especialmente entre más los necesitados. Pero vemos como Dios, aparte
de haber resucitado, se ha reencarnado esa necesidad que tenemos de él. Una vez
asumido que Dios no existe o que debido a la construcción social no ocupa el
mismo lugar, ya que le ha sido relegado al capital. Dios como necesidad antropológica,
es decir, por una parte la necesidad de trascender,
hay quienes como Tomás de Aquino que en un acto de sinceridad en la Suma contra los gentiles reconoce que necesitamos
a dios porque tenemos la necesidad de salvarnos, de transcender. Característica
que Marx que critica, “La religión es el opio del pueblo”,
puesto que la transcendencia, la existencia de un más allá hace que el
proletariado se adormezca como si consumiese opio, y no se preocupe por mejorar sus
condiciones de vida actual, debido a que en la otra ya serán positivas, ya que
su actitud humilde y pasiva en concordancia con esas normas religiosas se lo
garantiza. La religión como una felicidad ilusoria. A parte de la necesidad de
salvarse, está el miedo a la soledad: Dios no existe entonces estoy sólo.
De
la mano de esa bestia llamada soledad está nuestra necesidad de ser
reconocidos, ejemplo de ello encontramos a la inversión del vivir para contarlo, ahora hay que contarlo
para haberlo vivido. Si un acontecimiento no es televisado, no ha sucedido, y
el reflejo de esto en la vida cotidiana es el selfie, una moda tan extendida
como potencialmente significativa, en nuestro afán por mostrar que vivimos y
disfrutamos de ello, que los demás lo reconozcan, nos reconozcan, hemos dejado
de vivir y disfrutar. Nos hemos convertido en meros reporteros de nuestra vida.
Llegado
a este punto, exista o no Dios, su esencia permanece. Su origen en el hombre. Idea
de Bien, Jesús, Allah, Yahvé… Todos tienen el mismo origen humano, la
trascendencia y el caer en la idea de Dios como causa de todo: Dios es la causa
y no tiene causa. Puesto que el buscar causa a cualquier efecto no puede ser
eterno, tiene que haber una causa original. A lo que la ciencia podría
responder “la materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.” Y aun no
teniendo respuesta no perdería credibilidad, porque se trata de eso, de buscar
las respuestas ya que no hay un libro con todas ellas y poseedor de las mismas
palabras de Allah, Yavhé o Jesús. Yo me pregunto desde la ingenuidad si dios
este existe ¿En cuál hay que creer? ¿Por qué uno y no otro? Ya que en la
historia hemos visto batallas religiosas, unos contra otros. En cuestiones de
fe no hay dialogo, ya que todos creen tener la verdad y la única verdad. Y si
es así, para ser castigado según estas religiones hay que tener culpa. ¿Debe el
Dios cristiano en el caso de ser el verdadero castigar a una mujer por ser musulmana si lo
es por haber nacido en Libia? ¿Y el Dios musulmán en el caso de ser el
verdadero a una católica española? Si son religiones monoteístas, sólo se puede
adorar a uno, por lo tanto negar al resto.
Retomando
el tema de la necesidad humana que ha creado o nos permite creer en Dios: ¿No
somos capaces de matar a Dios? ¿No somos capaces de vivir sin la seguridad de
salvarnos? ¿Hasta que punto podemos construir nuestra propia moral? Una vez que
la negación de Dios vaya de la mano de no necesitarle, es decir, superar la
necesidad de la transcendencia. Que la figura del ateo no sea el que niegue a
dios sólo, sino que no lo necesite. Ya que Dios no es solamente el Dios
judeocristiano, y posiblemente para vencer a este y todo lo que ha supuesto
históricamente entre otras cosas -ya que es otra cuestión- hay que cubrir la
necesidad de la trascendencia, aceptar la vida como una, y aceptar nuestra
soledad existencial, nuestra individualidad. No hacer de ello algo positivo,
sino aceptarlo como negativo que es.
Es
obvio que no es comparable la dependencia del Dios judeocristiano a la dependencia que de las
nuevas ficciones, los nuevos dioses, pero la religión tampoco tuvo un inicio
especialmente dañino, lo que queda claro es que ambas cosas parten de la
negación de la vida y de nuestra propia condición natural. Si somos seres
racionales no podemos creer en Dios y en la trascendencia. Estas son infinitas
y ni la razón ni nosotros lo somos. Conciliar a Dios y a la razón es imposible.
Ejemplo de ello está nuestro sistema educativo, dónde en el mismo centro puede
haber un profesor que te explique que las teorías evolucionistas de Darwin y la
teoría del Big Bag y seguido otro que te diga que lo del mono es falso, que a nosotros nos ha creado dios y provenimos de Adam y Eva. La fe y la ciencia no
van de la mano, el Papa Francisco se equivoca al decir que el Big Bag no
contradice a dios y el Papa Wojtyla no era quién para perdonar a Galileo.
El
Ateismo que se basa en la ciencia que no
parte de una afirmación y existe lo relativo. En la religión hay una verdad
absoluta y no hay supuestos sino afirmaciones. Y cuando se parte de
afirmaciones no cabe el conciliarse con la postura contraria ni rectificar.
Para el ateo 2+2 es igual a 4 hasta nueva orden para el creyente 2+2 es igual a
4 porque es la palabra de dios, por lo tanto es verdadera, y cuestionarla es
pecado. Me atreveré a afirmar que intentar racionalizar la fe, intentar comprenderla,
lleva al cuestionamiento, y entre el cuestionamiento y la crítica y disensión
hay un camino muy corto. Por eso
separar la fe y reconocerla como algo irracional, separar el creer del saber ha
sido y será el mayor acto de sinceridad por parte de los creyentes.
Al ser contradicción el Ateismo y la religión. Una se tiene que imponer
a otra. Y la religión en la sociedad actual sólo tiene cabida en la dimensión
individual y el ámbito personal. En la escuela Darwin y en casa o catequesis
Adam y Eva.
.-Dawn